Personalidad Victimista
Una personalidad victimista consiste en
una tendencia psicológica, que puede llegar a desembocar en una conducta
patológica como un trastorno paranoide, consistente en una propensión a culpar
a otros de los males que uno padece (es decir, “yo soy una pobre victima”, “los
demás no me entienden”, “a mí me tocan todos los marrones”, “no hay derecho”,
“siempre me sucede a mí”, “qué mala suerte tengo”, etc…), refugiándose en la
compasión ajena, mediante las quejas y/o la expresión de malestar se transmite
una exigencia oculta a los demás, despertando en su interior, un sentimiento de
culpa. Son personas que van de mártires por la vida, sin que sus quejas
correspondan con la realidad e incluso conlleva una responsabilidad moral.
El victimismo suele esconder
experiencias pasadas no superadas. Por tanto, el papel de víctima se basa en
culpabilizar a todo y a todos con el objeto de obtener atención.
Desde una visión victimista siempre es el
otro el que tiene el problema y uno mismo quien sufre las consecuencias.
Victimismo = chantaje emocional y
manipulación
¿Por qué una persona se siente y/o muestra
como víctima?
Razones que podrían explicarlo:
- Táctica del reconocimiento: el individuo suele utilizar el victimismo para llamar la atención,
sobredimensionando cuestiones y hechos poco relevantes de carácter negativo.
Siendo común que interprete el rol de víctima para que reconozcan sus méritos.
Su actitud no está asociada a patologías
graves, sino que es fruto de un aprendizaje con diversas incapacidades y
carencias para las que no se han tenido o empleado correctamente, los recursos
apropiados de superación.
El individuo está estancado en la
mediocridad, una realidad que percibe de un modo más o menos consciente y que
pretende superar con el reconocimiento que sólo consigue, o que cree conseguir,
mediante su papel de víctima. Considerando que se puede comprar de alguna forma
el afecto, la atención, la compañía, el apoyo, la aprobación, etc. Esta
manifestación podría ser consecuencia de una escasa autoestima y/o falta de
recursos y habilidades asertivas, cognitivas y un desarrollo evidentemente
inmaduro.
- Deformación de la realidad: el sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que
la culpa en todo caso, es siempre del resto. Muestra un pesimismo exacerbado
frente a la realidad que le rodea, sobredimensionando lo negativo, recelando de
lo que surge a su alrededor y presumiendo de que los otros son injustos y el
maltratan.
De esta actitud surge un morboso afán por
descubrir agravios insignificantes para sentirse discriminado o maltratado con
el fin de achacar a instancias exteriores una supuesta actitud perversa y
agresiva que representa todo lo malo que le sucede. De esta forma, su
susceptibilidad le lleva a reaccionar con crispación ante la más mínima
crítica, elevada inmediatamente a la consideración de grave ofensa.
- Táctica ofensiva: la cual no es en absoluto inocua, sino plenamente consciente y con un afán
manipulador que no repara en medios para lograr sus objetivos. Siempre miran
hacia uno mismo y no les importa demasiado los daños colaterales causados por
su actitud.
El victimismo es un elemento más que
utilizan a su conveniencia, no siendo su modo de vida. También suelen estar
relacionados con hechos traumáticos, incluso los mismos que el grupo siguiente
(táctica defensiva), pero a diferencia de éstos, no esperan un resarcimiento
pasivo, sino que están dispuestos a cobrar la supuesta deuda a cualquier
precio. Podríamos decir que las personas de este grupo sienten en cierta manera
como su dolor o malestar se alivia cuando causan daño a los demás.
- Táctica defensiva: se caracteriza por individuos que
viven en el autoengaño, cuyo victimismo se ha convertido en la razón de su
existencia. El rol de víctima está asociado a un negativismo sin concesiones.
Todo está en su contra. Su percepción de la realidad está completamente
distorsionada y sienten que nada puede hacerse para cambiar esta situación (indefensión
aprendida).
Este comportamiento casi siempre está
relacionado con hechos traumáticos de diversa índole que no se han podido
superar, tales como los malos tratos, el abuso sexual en la infancia u otras
disfuncionalidades familiares o de carencias de tipo afectivo. Su actitud es
pasiva e inconscientemente manipuladora, se vale del chantaje emocional y suele
hallarse inmersa en una eterna e inactiva espera, donde la pretensión de que el
mundo reconozca su inmenso dolor y la injusticia que se ha cometido con ella,
nunca es satisfecha.
¿Qué hacer para salir del papel de
víctima?
Tal cambio implica un cambio de percepción:
1. La visión victimista suele adquirir un
sentido cuando se indaga en el hilo conductor de la propia vida. La persona
puede preguntarse por qué necesita esta actitud y reconocer de forma honesta
qué beneficios obtiene de ella. Quizá le ayude a sentirse más fuerte o
protegida, a controlar mejor a los demás, a eximir ciertas responsabilidades, a
censurar a otros, a dar una imagen de buena persona… …
2. En la actitud victimista no se expresa
de modo directo lo que se quiere ni se trata de activamente de satisfacer los
propios deseos, sino que se espera que se hagan cargo los demás. Al detectar la
queja se puede intentar traducirla en palabras más claras, expresando lo que se
desea o se necesita y hablando desde uno mismo, en primera persona, en vez de
culpar.
3. Evitar la etiqueta permanente de
víctima. Se puede ser víctima de una situación, pero ese estado de ánimo
tendría que ser pasajero.
4. Utilizar la capacidad de elegir;
conviene preguntarse, por ejemplo: “de esta situación, ¿qué es lo que me
disgusta?, ¿qué es lo que yo puedo cambiar?, ¿qué peticiones concretas puedo
hacer a los demás?…”
Actitudes victimistas (situaciones) que
ayudan para desarrollar el rol de víctima.
- Haber vivido en un ambiente, donde se
nos compadecía constantemente, escuchando comentarios como: “pobrecito, se
siente mal”, “pobre, le ponen tanta tarea”, “es injusto lo que le pasa, pero…
no se puede hacer nada”, “a …. siempre le pasa algo malo”…
El niño escucha y aprende a pensar
igual respecto a sí mismo.
- La vulnerabilidad y dependencia de los
niños. Debido a la edad, falta de conocimientos y habilidades, necesidad de
depender de los adultos, las limitaciones que los mismos imponen, etc., todos
los niños se sienten víctimas, en muchas situaciones. Lo cuál sucede a
cualquier niño, independientemente de que tenga una vida estable, protegida,
feliz… etc. Es parte de las características de la niñez.
Al crecer, los resultados de las
diferentes experiencias que vivimos, la educación, los ejemplos que recibimos,
etc., hacen que se pierda o disminuyan este tipo de pensamientos y sentimientos
o que aumenten y se establezca una actitud de víctima.
- El ejemplo de uno o ambos padres que
tenían dicha actitud. Los niños tienen a imitar, de forma inconsciente, las
actitudes de los padres y de las personas importantes en su vida.
- Haber sido realmente víctimas, de algún
tipo de abuso: psicológico, físico, sexual, emocional. El impacto de estas
vivencias puede ser tan intenso que puede repercutir a lo largo de toda su
vida. Pero aún en estos casos, pueden y sobre todo “deben” trabajarse las
consecuencias, para tener una vida mejor.
Aspectos positivos y negativos de la “autocompasión”
- El aspecto positivo es que al menos de
momento, el dolor disminuye y evita que nos auto devaluemos, ya que reduce el
impacto de la culpa.
- Los aspectos negativos, impiden que
veamos el problema en toda su magnitud. Se enfoca solamente una pequeña parte
del problema, es decir, la parte negativa que nos afecta de forma directa, por
lo que no le vemos diferentes soluciones.
Nos aleja de la gente y nos impide
resolver nuestros problemas, porque nos mantiene centrados en nosotros mismos:
“pobre de mí… los demás me… yo n o puedo…
Impide que nos responsabilicemos de lo que
nos sucede y que actuemos, porque al culpar a los demás, son ellos los que
pueden y deben hacer algo para mejorar la situación. Lo que hace que tratemos
de presionarlos y manipularlos con lo que surgen nuevos conflictos.
Nos paraliza, porque sentimos que no
podemos hacer nada al respecto, ya que no tenemos ni la capacidad ni el control
necesario para resolver la situación.
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