jueves, 9 de noviembre de 2017

La importancia del miedo en nuestra vida

La importancia del miedo en nuestra vida

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Imagen: John Kenn Mortensen

La simple palabra  "miedo" por si sola, espanta. Solo con oírla nos ponemos en modo "escape" o preparados para ello. Es una emoción primaria a la que geneticamente estamos preparados y que gracias a ella nuestros descendientes  lejanos y no tan lejanos salvaron sus vidas (peligro-miedo-escape)   

El miedo propicia respeto hacia lo desconocido, implica que el sistema central nervioso, active nuestros músculos,  la circulación y acelere el ritmo cardíaco para estar en disposición de activarnos frente a sucesos que percibimos como peligrosos y que requieren una puesta en marcha inmediata, predisponiéndonos a la acción.

Estamos suficientemente preparados para sentir ese tipo de miedo predisposivo y que cuando es adaptado  nos ayuda a movilizarnos frente a determinadas circunstancias. Se trata de una emoción, aunque desagradable, útil frente a distintas eventos. Por ejemplo, cuando vemos un coche circular  a alta velocidad, nos paramos o movemos hacia un lugar seguro, cuando gritamos a alguien al que vemos en peligro inminente: Cuidado!, cuando huimos o nos apartamos de un animal que nos parece peligroso,cuando tenemos entre manos un proyecto importante, o una responsabilidad y el miedo a no poder terminar en el plazo correspondiente no hace exigirnos más, ser más rigurosos...etc.

Ahora bien, que ocurre cuando ese miedo no es por acontecimientos que se producen a nuestro alrededor si no que se gesta dentro de nuestra cabeza y se manifiesta con pensamientos internos infundados, pensamientos futuristas a lo que sucederá, pensamientos sobre lo que los demás puedan opinar sobre nosotros, pensamientos sobre como nos tratarán o como podremos adaptarnos si no somos capaces o suficientes, pensamientos  y más pensamientos que se alimentan de nuestros miedos, de nuestra inseguridad entre otros muchos factores y que crecen apoyándose en experiencias pasadas propia o ajenas.

Difícil cuestión solucionar lo que todavía no ha pasado y tampoco sabemos con certeza si sucederá. Cuando todos esos pensamientos circulan por la cabeza sin destino y se repiten incesablemente, insistentemente y prolongadamente sin poder ofrecer soluciones, es cuando se produce la temida ansiedad, que es un miedo constante, sostenido en el tiempo, que nos hace estar en alerta permanente, sin descanso, siempre en vigilia, siempre expectante. 

Ello conlleva una serie de efectos negativos sobre nuestra salud, físicamente podemos notar una serie de molestias que pueden pasar de leves a agudas, dependiendo del nivel de ansiedad con el que vivimos y traduciéndose en posibles somatizaciones de nuestro estado emocional.  Nos notamos cansados tanto físico como emocionalmente y no nos permite llevar una vida dentro de los parámetros de la normalidad. Se trata de un miedo constante que se instaura en un plazo de tiempo prolongado convirtiéndose en ansiedad persistente.

En definitiva se trata de una enfermedad, que puede  ser transitoria o permanente pudiendo (si no es tratada) transformarse en depresión. 


La ansiedad, ese miedo sostenido, no debe permanecer latente por un espacio de tiempo prolongado, debemos solucionar aquello que nos perturba y construir esquemas mentales que nos proporcionen soportes nuevos para poder hacer frente a los miedos que no nos dejan ser libres. Para ello es muy necesario, en ocasiones, cuando no disponemos de recursos propios para vencerla, buscar ayuda, invertir en salud. Es salud mental y física de lo que estamos hablando. Ya que la ansiedad prolongada daña nuestra calidad de vida en muchos aspectos y facetas así, como la de los que están a nuestro alrededor. 



"Frente a las dificultades que no podemos superar solos, es de valientes levantar la mano y pedir ayuda"


Asociada a la ansiedad encontramos patrones de comportamiento tipo evitativo entre otros, lo que nos aleja a poder superarla. De forma consciente debemos romper los patrones rígidos de pensamiento, las frustraciones pasadas y todas las distorsiones cognitivas con las que hemos vivido hasta el momento y afrontar situaciones de "riesgo controlado" que nos permitan corroborar que nuestros miedos, son en gran parte infundados, por lo que no hay necesidad de evitar aquello a lo que no tememos ya que debemos percibirlo de forma no peligrosa. Para ello, se necesita el compromiso personal, la implicación de la persona que padece ansiedad y un entorno comprometido a ver al individuo como una persona vulnerable a situaciones diversas a las que la mayoría puede considerar como inocuas. El soporte del entorno es de vital importancia y esta lleno de significado al no dejar a la persona con trastorno de ansiedad solo/a afrontando sus miedos.



Como acostumbro a decir, la teoría siempre es clara y concisa, expuesto no parece tan difícil y puede incluso ponerse en entredicho que la persona esté realmente enferma y no sea más que una escusa o una "trola" para no hacer... Nos podemos incluso comparar y no entender el significado del miedo sobre esa situación en la que el sujeto ansioso se paraliza y no puede seguir sus actividad. Pero realmente sucede y la persona deja de tener un funcionamiento adaptado para pasar a una desadaptación que lo perjudica tanto personalmente como socialmente.


Tener consideración por las personas con trastorno de ansiedad es humanizar, es no discriminar negativamente por ser distinto, por no ser como la mayoría, por no sentir como la mayoría. Si realmente queremos ayudar a una superación real, la sociedad debe estar más informada, debe poder incluir y facilitar y no excluir y dificultar.



"Las sociedades cambian, las personas cambian, pero juntos todo se transforma mejor."


fuente: Ana Balanzá