domingo, 4 de noviembre de 2018

Pataletas

"Pataletas infantiles"

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       Imagen: Stoklib


Cuando hablamos de pataletas, la primera imagen que nos viene a la mente es la de un niño/a tirado en el suelo llorando y moviendo los brazos y las piernas de un lado para otro y unos padres atónitos que  o saben muy bien que hacer.

He visto varias formas de solucionar una pataleta y cuando tengo la oportunidad de ver alguna, intento no perderme detalle de como los humanos intentamos solucionar aquello que nos causa apuro, ya que la conducta infantil, en este caso distorsionada, causa graves secuelas para los adultos, sobretodo para los cuidadores, ya sean padres, abuelos... Se pone en tela de juicio la capacidad para reconducir situaciones complejas en público, la capacidad de ser un buen padre, el saber hacer...

Veamos algunas reacciones frente a una pataleta:
  1. Los cuidadores miran de un lado a otro buscando la complicidad del público.
  2. Los cuidadores involucran a terceras personas del publico con: "Aquella señora te reñirá", "se te llevará", "aquel señor se reirá de ti"...
  3. Los cuidadores intentan poner límites sin perder los papeles, es decir intentan mantener un acción que quizás ha sido la desencadenante de la pataleta. Utilizan frases como: "Si no te levantas te quedarás castigado", "si te portas así no te traerán nada los reyes", "si no te levantas del suelo ahora mismo nos vamos a casa"...
  4. Los cuidadores ignoran la conducta del niño y siguen con lo que estaban haciendo. Lo miran de reojo y se alejan prudencialmente.
  5. Los cuidadores cuando creen que nadie los ve utilizan la violencia agarrando al niño del brazo fuertemente o dándole una torta.
  6. Los cuidadores cogen al niño y se van a casa desesperados al no poder contener la situación.
  7. Los cuidadores se ríen y le sacan importancia a la pataleta.
  8. Los cuidadores se agachan e intentan hablar con el niño en algún lugar un poco apartado del público.
  9. Los cuidadores gritan y se pelean entre ellos.
  10. los cuidadores ceden a la demanda del niño para así cortar la pataleta.
Seguramente existen otras formas que todavía no he visto y que son utilizadas por los padres para hacer frente a las pataletas infantiles... seguiré observando.

Debemos pensar que una pataleta se produce por varias causas o motivos, que no son beneficiosos para nadie, ni para el menor ni para los cuidadores. Entre algunas otras, se trata de la reacción a un fuerte sentimiento de frustración de un niño o, de una acción aprendida para que los padres cedan frente a sus demandas. 

La causa de la frustración debe llamar la atención y saber diferenciarla de la demanda. Aunque las dos tiene la misma conducta (pataleta) la frustración es quizás más compleja de comprender y la reacción de los cuidadores debe ser distinta. 
Si nos ponemos en la piel de un niño que se siente frustrado ya sea porqué  la demanda que haceno es escuchada, atendida de forma correcta, que no se le presta atención y no se le da explicación, podemos comprender que se produzca un estallido de emociones negativas como la indignación, irritación, resentimiento... que necesitemos expresar de alguna forma. Con ello no digo que este bien patalear, si no que antes de ello existen unas causas previas que como cuidadores debemos atender. 
Como adultos somos los encargados de velar por los niños y también como adultos podemos sentir cierta frustración en nuestro trabajo, en nuestra vida social o en la familiar que nos ha empujado a actuar de forma poco racional. Esa explosión irracional de emociones negativas que sentimos cuando estamos frustrados es la misma que siente un niño cuando presenta una pataleta. Ellos lo exteriorizan así, nosotros intentamos disimularlo, pero si pudiéramos creo que mas de uno se tiraría al suelo y patalearía o gritaría buscando desahogo.

Cuando la pataleta se produce para conseguir algo (juguete, comida, atención...) Debemos estar alerta, el niño ha aprendido como conseguir las cosas que desea. Quizás el apuro que pasan los cuidadores sea tan intenso que se ven incapacitados para poner límites claros al niño. Pero sea como sea, el niño esta aprendiendo como a partir de su conducta puede manipular a los adultos para su propio beneficio.

Cuando el niño ya no sea tan niño, sino un adolescente su entorno tendrá serias dificultades para encauzarlo en unos límites adaptados de convivencia y normas sociales ya que le han enseñado a tener conductas desadaptadas para conseguir las cosas.

En fin, los puntos anteriormente descritos en ocasiones no se producen de forma aislada, muchas veces los cuidadores intentan varias técnicas hasta dar con la que les funciona.

Lo mejor sería una acción preventiva:  comunicación y empatía con altas dosis de amor y confianza. 




Fuente: Ana Balanzá

viernes, 2 de noviembre de 2018

La Opinión cuenta

La opinión cuenta
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       Imagen: Stoklib

                                                             
Me pregunto cuanta importancia damos a los que los demás piensan de nosotros y, lo más importante, si somos conscientes de ello. 


La mayoría responderemos que nosotros pasamos, que nos da igual lo que piensen los demás, que nos sentimos libres para hacer o decir aquello que nos venga en gana... Ahora bien, miremos dentro nuestro, miremos con atención y  honestidad y dejemos de engañarnos de una vez por todas. A todo el mundo en menor o mayor medida, le importa lo que las otras personas digan u opinen de nosotros. El punto de inflexión es como y cuanto nos condiciona ese pensamiento. 

Todos y todas de alguna forma buscamos la aprobación de los demás, encajar en el conjunto social y para ello es importante que se nos tenga una consideración, por lo tanto que estemos y nos sintamos cómodos con la opinión que los demás tengan de nosotros.


Si probamos de contestar a las siguientes cuestiones, encontramos:



  • ¿De donde parten nuestros malestares cuando dependemos en exceso de la opinión de los demás?
Dependemos de los demás porqué no se nos ensenó a fiarnos de nosotros mismos, no se nos dejó ensayar el acierto error sobre las cosas comunes y mundanas; se nos guió diciéndonos cuando sentarnos, cuando hablar, cuando pensar y cuando opinar. Llevado al extremo y sin dejarnos desarrollar nuestra intuición, aunque esa fuese errónea. Nos hemos convertido en dependientes de la opinión de los demás sin tener en cuenta la nuestra propia, sin fiarnos, perdiendo la confianza en nosotros mismos.

El malestar general se centra en la continua búsqueda de la felicidad, aquella a la que se nos ha obligado a buscar incansablemente. Si somos buenos ciudadanos, si acatamos leyes sin rechistar sean injustas o no, si seguimos los patrones marcados en todo lo que hacemos, si seguimos dietas de moda o compramos las emociones que nos intentan vender con los productos anunciados en televisión, si educamos según lo establecido, etc. pensamos que con ello vamos a encontrar la felicidad, se nos abre un abanico de posibilidades para no sobresalir y estar en paz dentro de un circulo cada vez más y más pequeño. Pero nos olvidamos que con quien hay que estar en paz es con nosotros mismos, haciendo lo que creemos justo, aunque la justicia institucional no nos acompañe en ello, sintiéndonos libres de equivocarnos sin temor, educando con el corazón y  no con lo que toca academicamente y por edades, escogiendo nuestro estilo de vida, aquel que nos satisface a nosotros, aquel que nos conviene y sin temor a perder nuestra reputación, sin miedo al que dirán.


Tomando estos pasos estamos más cerca de lo que llamamos felicidad o compromiso y responsabilidad con nosotros mismos ya que habremos tomado las rienda de nuestra vida, por cierto la única que tenemos...
  • ¿Porqué erróneamente tenemos esa necesidad?
Porque no sabemos hacerlo de otro modo. El condicionamiento al que hemos estado expuestos, no nos permite la valentía de expresarnos tal y como sentimos así, como tampoco nos permite hacer lo que realmente nos apetece. Preferimos quedarnos en el lado seguro, no destacar si no es para algo garantizado, algo que muy probablemente nos va a salir bien. Sentimos en nuestro cogote los ojos sociales que nos evalúan constantemente y no podemos defraudarlos, no podemos ser quienes somos realmente, no nos queda otra que ser lo que  pensamos que quieren los demás , o eso creemos...
  • ¿Cuáles son las consecuencias?
Nos volvemos inseguros, ello hace que nuestro autoconcepto y autoestima vayan a la deriva dudando constantemente de nuestras decisiones y elecciones. Perdemos la capacidad crítica, perdemos la capacidad de pensar por nosotros mismos, nos situamos dentro de un círculo que vamos estrechando cada vez más, dejamos de reinventarnos, de soñar, de crear, dejamos de vivir plenamente para pasar nuestra vida segura, monótona, aburrida, esperando no hacer nada que pueda mellar nuestra falsa felicidad y seguridad y lo que es más terrible de todo ello, nos lamentamos por nuestra patética vida y culpamos a los demás y a la vida misma por no habernos dejado ser, por no habernos dejado hacer. Es en sí mismo un sin sentido, un chiste de mal gusto del que encima nos reímos y acabamos diciéndonos entre risas:- y yo que puedo hacer... 

Fuente: Ana Balanzá