La Dimensión de nuestros actos.
A la construcción de nuestro propio modo de ser, de nuestra forma de vida
concreta, es a lo que llamamos "estructura ética" del comportamiento.
"no sabemos cómo actuar, sabemos únicamente que
tenemos que actuar"
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En el acto animal existe un ajustamiento completo
con el medio en que actúa; sus instintos le dictan cómo actuar en cada caso.
A este carácter del acto le llamaremos "justeza"; la situación
estimulante, de un lado, y la capacidad biológica, del otro, determinan unívocamente
una respuesta.
Nosotros, ante un estímulo, ignoramos cómo actuar;
sabemos únicamente que tenemos que actuar. Dentro de ciertas posibilidades,
todas "irreales", hemos de elegir una y hacerla real. Ésta es una
primera dimensión de nuestra libertad, a la que llamaremos ontológica, pues
se refiere a nuestra específica estructura de ser, distinta de los demás
seres vivos. Tenemos que considerar la realidad antes de actuar en ella; esto
significa moverse en la "irrealidad" en la cual nos formamos un
esquema del acto y elegimos las maneras de llevarlo a cabo.
Podemos decir que estamos "condenados a la
libertad", ya que ésta es la que nos distingue de los animales; por
ello, la libertad es una característica específica de nuestros actos. Somos
seres que, si bien pertenecemos a la naturaleza por nuestras determinaciones
biológicas y físicas, estamos, sin embargo, más allá de ella en cuanto
creamos un mundo social y cultural que debemos explicarnos en su totalidad y
en cada acto concreto.
Por lo tanto, a diferencia de los entes puramente
naturales, no estamos completos si nos limitamos a una existencia sólo física
y biológica. Tenemos que completarnos, creando un mundo distinto y
construyéndonos a nosotros mismos. Nuestra vida no está dada por potencias extrañas,
pues la conquistamos, encontramos, logramos y adquirimos lentamente por medio
de nuestras acciones. Éstas se dirigen a fines posteriores, con lo cual la
naturaleza se transforma en cultura y la creación de la vida de cada
individuo en existencia social.
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“Al animal le está dado el
ajustamiento; nosotros tenemos que ajustarnos, es decir, tenemos que elegir
un acto, aun cuando sea una sola la posibilidad, puesto que podemos elegir el
no hacer nada. Esta "libertad ontológica" es condición de posibilidad
de nuestros actos”.
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Esta acción libre, que rebasa el plano meramente
natural, implica lo que llamaremos "constitución ética de nuestra
conducta", por lo que entendemos a la ética no sólo como la reflexión en
torno al comportamiento de los individuos en sociedad, sino también como la
estructura de ser que hace que nuestros actos sean radicalmente distintos a
los de los demás entes.
A partir de Aristóteles, ética significa modo de
ser, carácter. Ésta es la traducción original de la palabra griega éthos.
Lo ético comprende las disposiciones del hombre en la vida, su carácter,
sus costumbres y su moral; ética es carácter, pero no en el sentido
psicológico o biológico de "temperamento", dado en las estructuras
de la especie o nacido con nosotros para toda la vida, sino en el de modo de
ser o forma de vida que vamos adquiriendo, apropiando e incorporando a
lo largo de nuestra existencia.
Es el hábito, la repetición de actos iguales, el
que, en el comportamiento, nos forma el carácter, es decir, la
personalidad que hemos conquistado a través de la vida, lo que hemos hecho de
nosotros mismos. Aquí encontramos un círculo. El carácter o la estructura
ética nace de la repetición de actos iguales y ésta, a su vez, se convierte
en el principio interno de nuevos actos.
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“Si bien en nuestras determinaciones biológicas y
físicas
pertenecemos a la naturaleza, estamos más allá de
ella en cuanto creamos un mundo social y cultural”.
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