sábado, 16 de mayo de 2020

Adaptación al medio

¿Nos cuesta adaptarnos?


Es curioso que la mayoría de las personas, por no decir todas, cuando se acerca el cambio de estación, por ejemplo, de la primavera a verano, guardamos la ropa más gruesa y de abrigo y ocupamos los cajones del armario con ropa mas fresca y vaporosa, para los días de mas calor. Es un trabajo que no nos cuesta ningún esfuerzo hacerlo e incluso nos ayuda a mantenernos al día de las tendencia de la moda. 
Nos obliga a deshacernos de aquello que se nos ha quedado anticuado, grande o pequeño y en ese momento hacemos una revisión de como estamos físicamente a comparación del año anterior. También nos ayuda a hacer una previsión de las compras que haremos durante esa temporada.



Pues bien, una cosa tan simple y tan práctica como es hacer el cambio de ropa según la temporada del año, supone una invitación a una adaptación al medio que hacemos sin ninguna dificultad. Lo tenemos archivado como una necesidad de cambio en correlación a las necesidades de temperatura. Es decir sentimos que el calor se acerca y nos adaptamos. Así de sencillo.


Sería deseable poder adaptarnos así de fácil a todas las sensaciones que nos produce el medio y tener las herramientas para cambiarlo, sin ni siquiera pensar en ello como una búsqueda de soluciones. Intentaré explicarlo con ejemplos: si tenemos sed, bebemos agua, si tenemos calor, nos desabrigamos, si tenemos hambre, comemos. Todo ello, son sensaciones físicas que nos dan pistas de lo que el cuerpo nos pide, de lo que el cuerpo expresa como por ejemplo cuando nos suenan las tripas por hambre, nos queda la boca seca por sed o sudamos por calor. Tenemos una representación física del cuerpo que nos empuja a tomar decisiones para poder saciar las necesidades expresadas. 

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando la expresión de esas necesidades no es visible? quiero decir, ¿que ocurre si solo nosotros podemos notarlas? Por ejemplo como  ocurre con la ansiedad o con el estrés. Está demostrado científicamente que existen una substancias en nuestro cerebro que se modifican según la emoción que sintamos y tienen mucho a ver con las que ya conocemos, la dopamina, la noradrenalina, el cortisol.... Podemos considerar que la segregación de una substancia y no de otra cambia nuestro estado y capacidad de afrontación e interacción con el medio. Así ocurre cuando sentimos miedo a ser juzgados por terceros, estamos potenciando una emoción, el miedo que es creada por la percepción de que nos están juzgando y eso nos aterra ya que nosotros mismos no nos consideramos válidos. Esa interacción con el medio y esa falta de capacidad de afrontación, nos produce entre otros ansiedad y frustración, así que las substancias que segrega nuestro cerebro podemos considerarlas acciones fisiológicas que nos producen manifestaciones físicas, el cuerpo nos envía unas señales que hacen que nos pongamos en plan de alerta, sudoración en las manos, tartamudeo, retraimiento, temblores... pero bien al contrario a las anteriores, estas no somos capaces de resolver con tanta eficacia. Es un acto innato y de pura supervivencia atender a las cuestiones mas físicas como la sed, el hambre, el calor o el frío. Pero atender a las cuestiones psicológicas de alguna manera también tendría que considerarse de supervivencia ya que muchas de ellas entrañan dificultades que pueden empujarnos  a acabar con nuestra vida, así seria el caso de una persona que sufriendo una depresión grave llegó hasta el suicidio, terminando con su vida.

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Modificada: Ana Balanzá

Quizás la clave sería incorporar una educación basada en el conocimiento del propio ser, de la propia persona, de lo que ocurre por dentro y se manifiesta por fuera mas allá de las necesidades básicas de supervivencia. Quizás nos daríamos cuenta que las personas podemos adquirir habilidades para aprender a  gestionar el estrés o la frustración de una forma mas eficaz para nosotros mismos y los que nos rodean. Quizás no deberíamos esperar a que estrés se convierta en nocivo o el miedo en una fobia o la tristeza en una depresión. 
Quizás podríamos preocuparnos para saber adaptarnos igual como lo hacemos al cambio de ropa, de una forma natural a los cambios del entorno y del medio. Quizás la educación debería formar a personas con la capacidad de adaptación mucho más amplia mediante el conocimiento del funcionamiento interno físico y por supuesto psicológico. 


Pero claro, todo ello se enmarca en una visión personal que lo que pretende, es la reflexión y al mismo tiempo generar ideas, fomentar la visión crítica constructiva de lo que es la educación de las personas en su vertiente mas amplia. Todo ello con un quizás y una esperanza de cambiar la visión que tenemos sobre nosotros mismos y sobre lo que nos rodea.


Ana Balanzá

Que bien se está en casa!

En estos tiempos de incertidumbre que nos ha tocando vivir, nos están alejando de lo que habiamos planificado al inicio del 2020, nuestros objetivos, nuestros planes, nuestras metas...etc. Así mismo, nos ha alejado de nuestros hábitos y rutinas, no solo en lo personal, si no también en lo social. Cosas tan sencillas como cruzarnos con alguien por la calle se han convertido en un hábito poco saludable y peligroso que se  transforma en miedo, miedo al contagio de algo que difícilmente podemos controlar. Aún así, persiste la necesidad de abrazos, caricias y reencuentros con los nuestros a los que echamos de menos cada día. Y es que somos una cultura de contacto, de vermut y cervezita, de abrazos y besos. Todos y todas estamos renunciando a mucho por salvaguardar nuestra propia vida y a de los demás y esto es un gesto que nos define y habla por nosotras mismas.

Desconozco totalmente si hemos tenido oportunidad de control sobre lo que esta pasando o no y llegados a este desconocimiento la verdad, es que tampoco pienso que sea determinante para poder encauzar nuestra vida, hacer cualquier otra cosa que no sea seguir las recomendaciones de los especialistas, los epidemiólogos me parece un salto al vacío sin paracaídas.

En nuestra vida anterior, quizás  algunos, estaban enfrentado batallas que ahora ven como lejanas, improductivas, con perdida de importancia. Es más, los problemas de antes los vemos ahora como simples dificultades.  Otros en estos momentos estarán tomando decisiones de cambio y habran aprovechado este tiempo de confinamiento para la reflexión y para enfocarse en los cambios que desean hacer cuando todo esto termine. 
Cuando tomamos decisiones, debemos analizar todo cuanto nos rodea, poner los pros y los contras en una balanza y hacerlo de una manera consciente y responsable, sin caer el utopías ni catastrofismos. Frente a este análisis nos situamos cara a cara con la difícil tarea de decidir, con la ansiedad que nos puede producir equivocarnos tomando malas decisiones y todo ello, se puede estancar en nuestro pensamiento llevándonos a anticipar situaciones aterradoras, que no harán otra cosa, que mermar nuestra salud haciéndonos enfermar.
La ansiedad anticipatoria, nos sitúa en un futuro incierto lleno de caos en el que todo es preocupante y oscuro. En el bucle ansioso, nos nos sentimos asfixiados en el extremo más estrecho y nos dejamos absorber por nuestros pensamientos más destructivos. Dicha ansiedad que anticipa  y predice la catástrofe futura, no nos deja ver ni el presente, ni el aquí y ahora. Así mismo, nos cierra la puerta a vislumbrar alguna luz, alguna señal positiva futura. Estamos intaurados en un autoengaño que nos comprime sin saber si ciertamente pasara lo que estamos prediciendo. 
Este pensamiento, hace que nos preocupemos en exceso y de forma irracional,  frente a las dificultades que vemos que se nos acercan y que no podemos combatir. Ello no nos ayudará. Pero si es cierto, que estar preocupado es legítimo y más en esta pandemia que estamos viviendo.

Siendo realista, después del confinamiento, habrá personas que se queden sin trabajo, negocios que verán su decapitación cercana, asociaciones sin subvenciones y una vez más, una profunda brecha entre la pobreza y la riqueza. 

Nos quejamos de estar en casa. Todos por norma general tenemos ganas de salir y recuperar nuestra libertad  pero, sin animo de ser catastrófica, vamos hacia una dificultad mucho mayor que  la de quedarse en casa, ella, no es mas que la antesala a la crisis social,  financiera y económica que se avecina. Debemos estar serenos, sin ansiedad,  preparados y no pecar de ingenuidad, ya que sabemos que a lo largo de la historia las pandemias han dejado una gran huella a su paso, o más bien dicho un profundo surco: lo primero la cantidad de muertes con las que se ha cebado y después la desolación y la decadencia de haber absorbido parte de la energía humana y la económica del país y de los estados. 

Con todo ello y sin ánimo de ser cruel, esta pandemia a la que de momento estamos sobreviviendo, no va a ser como un temporal de lluvia y viento, que también lo hemos pasado y casi olvidado, esa enfermedad que nos ataca con tanta dureza va a dejar una herida por cicatrizar que nos va a llevar tiempo y esfuerzo curar. Pensar que cuando termine el confinamiento todo va seguir donde lo dejamos, puede causarnos esperanzas, pero en el fondo, todos sabemos que no es cierto. Lo dejamos en un punto y cuando regresemos vamos a estar en otro, si en que podemos volver al punto, claro está. Como antes comentamos, las utopías pueden hacer tanto daño como el catastrofismo. Una posición realista y generando nuevos horizontes, en mi opinión, es la más adaptada a estos tiempos extraños. Ser realista a veces es ser cruel. Siempre he preferido la verdad y ¿tu?.

Por ello, cuando escucho la frase "ya queda menos", en vez de alegrarme me recorre un escalofrío por la espalda, por que si, queda menos para alejarnos del colapso hospitalario, para alejarnos de un contagio masivo, para salir a la calle. Pero también, para enfrentarnos a una nueva realidad que se esta dibujando y de la que nadie habla, la vuelta a la normalidad no va a ser  tan normal, no podemos volver a lo que ya no esta, no podemos volver a lo que ya no nos espera o donde ya no hay cabida para nosotros. La vuelta a la normalidad va ha estar repleta de retos, de modificaciones y de lucha, sobretodo para los mas vulnerables, los colectivos que mas sufren cuando todo falla.  

En una ocasión escuché que "la crisis agudiza el ingenio". Bien, pues anticipemonos a ello y vayamos innovando, ya que la que se avecina va a ser todo un reto humano. No para volver a lo de siempre, no para volver a reconstruir lo que de alguna manera nos ha destruido, sino que esta pandemia nos brinda la oportunidad de construirlo algo nuevo, de cambiar el presente y también el futuro  para no caer una y otra vez, en la creencia errónea de que la economía mueve el mundo. Somos tu y yo quienes lo movemos. No lo olvides