sábado, 16 de mayo de 2020

Que bien se está en casa!

En estos tiempos de incertidumbre que nos ha tocando vivir, nos están alejando de lo que habiamos planificado al inicio del 2020, nuestros objetivos, nuestros planes, nuestras metas...etc. Así mismo, nos ha alejado de nuestros hábitos y rutinas, no solo en lo personal, si no también en lo social. Cosas tan sencillas como cruzarnos con alguien por la calle se han convertido en un hábito poco saludable y peligroso que se  transforma en miedo, miedo al contagio de algo que difícilmente podemos controlar. Aún así, persiste la necesidad de abrazos, caricias y reencuentros con los nuestros a los que echamos de menos cada día. Y es que somos una cultura de contacto, de vermut y cervezita, de abrazos y besos. Todos y todas estamos renunciando a mucho por salvaguardar nuestra propia vida y a de los demás y esto es un gesto que nos define y habla por nosotras mismas.

Desconozco totalmente si hemos tenido oportunidad de control sobre lo que esta pasando o no y llegados a este desconocimiento la verdad, es que tampoco pienso que sea determinante para poder encauzar nuestra vida, hacer cualquier otra cosa que no sea seguir las recomendaciones de los especialistas, los epidemiólogos me parece un salto al vacío sin paracaídas.

En nuestra vida anterior, quizás  algunos, estaban enfrentado batallas que ahora ven como lejanas, improductivas, con perdida de importancia. Es más, los problemas de antes los vemos ahora como simples dificultades.  Otros en estos momentos estarán tomando decisiones de cambio y habran aprovechado este tiempo de confinamiento para la reflexión y para enfocarse en los cambios que desean hacer cuando todo esto termine. 
Cuando tomamos decisiones, debemos analizar todo cuanto nos rodea, poner los pros y los contras en una balanza y hacerlo de una manera consciente y responsable, sin caer el utopías ni catastrofismos. Frente a este análisis nos situamos cara a cara con la difícil tarea de decidir, con la ansiedad que nos puede producir equivocarnos tomando malas decisiones y todo ello, se puede estancar en nuestro pensamiento llevándonos a anticipar situaciones aterradoras, que no harán otra cosa, que mermar nuestra salud haciéndonos enfermar.
La ansiedad anticipatoria, nos sitúa en un futuro incierto lleno de caos en el que todo es preocupante y oscuro. En el bucle ansioso, nos nos sentimos asfixiados en el extremo más estrecho y nos dejamos absorber por nuestros pensamientos más destructivos. Dicha ansiedad que anticipa  y predice la catástrofe futura, no nos deja ver ni el presente, ni el aquí y ahora. Así mismo, nos cierra la puerta a vislumbrar alguna luz, alguna señal positiva futura. Estamos intaurados en un autoengaño que nos comprime sin saber si ciertamente pasara lo que estamos prediciendo. 
Este pensamiento, hace que nos preocupemos en exceso y de forma irracional,  frente a las dificultades que vemos que se nos acercan y que no podemos combatir. Ello no nos ayudará. Pero si es cierto, que estar preocupado es legítimo y más en esta pandemia que estamos viviendo.

Siendo realista, después del confinamiento, habrá personas que se queden sin trabajo, negocios que verán su decapitación cercana, asociaciones sin subvenciones y una vez más, una profunda brecha entre la pobreza y la riqueza. 

Nos quejamos de estar en casa. Todos por norma general tenemos ganas de salir y recuperar nuestra libertad  pero, sin animo de ser catastrófica, vamos hacia una dificultad mucho mayor que  la de quedarse en casa, ella, no es mas que la antesala a la crisis social,  financiera y económica que se avecina. Debemos estar serenos, sin ansiedad,  preparados y no pecar de ingenuidad, ya que sabemos que a lo largo de la historia las pandemias han dejado una gran huella a su paso, o más bien dicho un profundo surco: lo primero la cantidad de muertes con las que se ha cebado y después la desolación y la decadencia de haber absorbido parte de la energía humana y la económica del país y de los estados. 

Con todo ello y sin ánimo de ser cruel, esta pandemia a la que de momento estamos sobreviviendo, no va a ser como un temporal de lluvia y viento, que también lo hemos pasado y casi olvidado, esa enfermedad que nos ataca con tanta dureza va a dejar una herida por cicatrizar que nos va a llevar tiempo y esfuerzo curar. Pensar que cuando termine el confinamiento todo va seguir donde lo dejamos, puede causarnos esperanzas, pero en el fondo, todos sabemos que no es cierto. Lo dejamos en un punto y cuando regresemos vamos a estar en otro, si en que podemos volver al punto, claro está. Como antes comentamos, las utopías pueden hacer tanto daño como el catastrofismo. Una posición realista y generando nuevos horizontes, en mi opinión, es la más adaptada a estos tiempos extraños. Ser realista a veces es ser cruel. Siempre he preferido la verdad y ¿tu?.

Por ello, cuando escucho la frase "ya queda menos", en vez de alegrarme me recorre un escalofrío por la espalda, por que si, queda menos para alejarnos del colapso hospitalario, para alejarnos de un contagio masivo, para salir a la calle. Pero también, para enfrentarnos a una nueva realidad que se esta dibujando y de la que nadie habla, la vuelta a la normalidad no va a ser  tan normal, no podemos volver a lo que ya no esta, no podemos volver a lo que ya no nos espera o donde ya no hay cabida para nosotros. La vuelta a la normalidad va ha estar repleta de retos, de modificaciones y de lucha, sobretodo para los mas vulnerables, los colectivos que mas sufren cuando todo falla.  

En una ocasión escuché que "la crisis agudiza el ingenio". Bien, pues anticipemonos a ello y vayamos innovando, ya que la que se avecina va a ser todo un reto humano. No para volver a lo de siempre, no para volver a reconstruir lo que de alguna manera nos ha destruido, sino que esta pandemia nos brinda la oportunidad de construirlo algo nuevo, de cambiar el presente y también el futuro  para no caer una y otra vez, en la creencia errónea de que la economía mueve el mundo. Somos tu y yo quienes lo movemos. No lo olvides  

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