viernes, 15 de abril de 2016

Te quiero tanto que no quiero que crezcas...




"Te quiero tanto que no quiero que  crezcas..."

Y me pregunto si en esta afirmación puede haber escondida una intencionalidad para que el niño no evolucione, para que acabe no "creciendo" y así realizar el sueño de su madre: cuidar de él toda su vida, sentirse útil, necesitada por alguien. Aunque sea cortando la libertad, la capacidad y la auto-estima.

Respetar los tiempos de crecimiento es adaptarnos a las necesidades de los pequeños y no tan pequeños a todos los niveles y en todas las facetas. A veces, cuesta  dejar volar, liberar y dar alas a los que nos han necesitado en todo momento, a los que hemos enseñado a levantar la cuchara, a lavarse las manos, a dormirse sin miedos, a ser educados pero críticos con todo cuanto les rodea, a saber quererse y querer a los demás... Sí, ciertamente podemos afirmar que el saber, el asumir que no cuenten con nosotros para todo o, para muy poco, que ya no tengan la necesidad de apoyarse en nosotros, que sean auto-suficientes... puede llegar a doler, a doler en el sentido de egoísmo puro, de dependencia, de amor incondicional que les profesamos. Esperando poder cuidar de ellos toda la vida.
Tenemos que aprender a soltar, a entender que no es bueno chantajearlos emocionalmente  para acrecentar nuestro ego, nuestro control sobre ellos. Se trata de una mala práctica que puede causarles muchos daños, tanto en la relación familiar como posteriormente en los afrontamientos con la sociedad, en las relaciones sociales y en sus propias concepciones del mundo.

Así, que dejemos que crezcan felices, dejemos que resuelvan sus problemas, dejemos que se equivoquen y vivan los procesos de maduración sin perturbaciones hacia los demás, sin prisas pero tampoco sin estancamientos producidos por deudas mal entendidas con los padres o madres. Es más, intentemos soplar para que puedan volar libres, sin ataduras emocionales, sin culpabilidad, sin sensación de traición. de alguna forma es ley de vida. Como muy bien alguien dijo "nuestros hijos e hijas son un préstamo de la vida, ni más ni menos".

Queramos a nuestros hijos e hijas, pero "querámoslos" bien. Tanto en la infancia, como en la adolescencia, en la juventud y en la adultez, sin interferir, solo acompañándolos, solo compartiendo sus camino sin vivir por ellos, sin decidir por ellos, entendiendo sus necesidades en cada etapa de la vida. En definitiva: REPETÁNDOLOS.

Fuente: Ana Balanzá

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